Diego del Valle Ríos / Notas errantes de un maricón en calzoncillos  

/ SPRING BREAK 2020 /

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Diego del Valle Ríos

 

Mis días son una continua oscilación entre la ansiedad y la emoción de ser parte de un letargo que podría suscitar cambios sociales en múltiples dimensiones. ¿Qué cambios? No estoy seguro. Creo que por eso he aceptado escribir este texto, para tratar de encontrar un poco de sentido a las ideas que me quitan el sueño o suscitan pesadillas y fantasías. Reconozco que ponerse a escribir hoy, en una dimensión, es un privilegio pues se cuenta con la suficiente libertad física y tranquilidad mental para permitirse hacerlo, lo cual, refleja que es mínima la urgencia por conseguir las necesidades básicas para sobrevivir al día a día que apremia. Sin embargo, cuando uno tiene privilegios tiene la responsabilidad de cuestionar (traicionar) las estructuras que los han otorgado. ¿Es este un intento de auto/cuestionamiento? Dicho lo anterior, no me interesa participar en la retórica de aquellos textos que de forma casi inmediata se escribieron proyectando alternativas universales y unidireccionales de normalidad, predicciones, urgencias y opiniones para reforzar el valor individual de tesis, discursos y conceptos académicos guiados por la pulsión colonial de la razón que todo quiere abarcar y entender. Me parece insensible. Ya lo decía Engels: “el oportunismo honesto puede resultar el más peligroso de todos los oportunismos.”




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Recuerdo el día que leí en Artforum el texto The Losers Conspiracy de Paul Preciado. En él, nos dice que si no habíamos encontrado pareja antes del confinamiento, nos olvidáramos de esa posibilidad de cariño y compañía. Irónico fue leer que apelara a la heterorreproducción del amor, pensé. Pero bueno, todxs estamos confundidxs. A pesar de otorgarle el beneficio de la duda, me lleno de angustia su advertencia: carajo, hace pocas semanas había conocido a un chico que me emociona. Con él hay largas e interesantes conversaciones y qué decir sobre la delicia de los besos y su linda sonrisa. ¿Me olvido de eso? ¡No! Además, ¿donde deja su texto a la potencia del amor de manada, aquella integrada por amantes, amigxs, familiares, mascotas y seres de otras dimensiones? Me rehusé entonces a escucharle pues creo que si hay algo ha defender más que nunca hoy, es la posibilidad de la fantasía, misma que él trata de aniquilar cuando escribe posteriormente en el mismo texto que la impredecibilidad de la pandemia hace que todo sea inamovible. Falacia. Justo es esa lógica colonial la que hay que eliminar en un momento que permite imaginar amplias y radicales posibilidades. Algo que sin duda se revela difícil, contradictorio y confuso. A pesar de ello, fantasear es una potente estrategia de resistencia ante el peligro de políticas totalitarias escondidas en los reforzamientos de fronteras y las políticas para el control del contagio que normalizan la paranoia y el miedo a “un enemigo invisible” bajo el lenguaje de la retórica de guerra. Vale la pena parafrasear a Jota Mombaça: la blanquitud, como espíritu elemental del sistema, en circunstancias de crisis solo es capaz de imaginar distopías que refuerzan la normalidad pues no tiene la necesidad de fantasear con la huída de la misma para sentir el regocijo de la libertad y la felicidad fugitiva a lo hegemónico. Necesitamos rabiosas rutas y testimonios de posibilidad que mantengan viva la llama de la disidencia. 

Posteriormente, el texto de Paul presenta un giro narrativo: escribe una carta a su ex, sale de casa a tirarla a la basura, regresa al interior, lava sus manos, abre su computador y encuentra un correo de esa persona comunicándole que le extraña. Fin del texto. ¿La respuesta está en las pantallas? Se profundiza mi soledad: extraño a mis amigxs; quisiera pasar más tiempo IRL con ese chico que conocí; me arrepiento de errores que terminaron amistades antes de estos espesos días. Lloro. Siento el peso de las palabras. Mi amigx Manu alguna vez escribió con crayón en un muro de mi casa: las palabras son conjuros. Muchxs parecen creer que el confinamiento es una fórmula mágica para una revolución idealizada. Que ilusxs. Durante los últimos 500 años luchas anti-coloniales han estado encarnando resistencias a la lógica necropolítica para dibujar horizontes de posibilidades, experiencias y narrativas potentes que conocen perfectamente los límites vitales de un sistema de explotación, extracción y consumo por el dolor que ha infringido en sus comunidades. ¿Hemos escuchado con atención esas luchas? ¿Nos permitimos sintonizar con ellas? Yo qué sé. ¡Soy un blanco más! ¿De qué formas estoy traicionando mi blanquitud? Ojalá habitará en mí un espíritu de jauría en donde no penetrará tan fácilmente el individualismo que las redes sociales refuerzan día a día del confinamiento desde la incesante banalidad de tuits, stories, posts o memes. ¿La micropolítica de la clase media educada es un live de Instagram? ¿El reto es lograr un #TrendTopic para conseguir la atención de los medios ante las urgencias que la pandemia no interrumpió pero que si agudizó? ¿Cuáles medios? ¿Los que controla la burguesía a la que alimentamos? ¿Qué es hoy la conciencia de clase desde una perspectiva anti-colonial? ¿Cómo abolimos las clases sociales? Ante la interdependencia entre las mismas, ¿de qué formas vamos a dinamitar las estructuras y hábitos que nos hacen cómplices de la mierda de la que tanto soñamos “escapar” cómodamente desde nuestros celulares recostados en el sillón? La tibieza ante la urgencia, para preservar comodidad, es el hábito favorito de la blanquitud que nos habita.

WHITENESS

WHITENESS


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La tarde de hoy recorrí junto a dos amigas, con las debidas medidas de precaución, una pequeña parte de la enorme Ciudad de México donde vivimos. Necesitábamos socializar y caminar un poco. Esta ciudad tiene dos dimensiones arquitectónicas evidentes de vida económica: la llamada formal, que habita locales comerciales, y la llamada informal, que ocupa banquetas con puestos, mantas o de forma ambulante. Dado que la gran mayoría de la población vive de los ingresos que generan del día a día, las medidas de cuarentena oficiales han tratado de mantener un cierto flujo con el fin de contener el impacto de la contracción económica. Este es un país de mucha pobreza y de una endeble clase media que sin duda se está por encoger drásticamente. ¿Me tocará a mí o mis seres queridxs atravesar esa línea? ¿Cómo salir del ritmo de alienación constante al que estamos (auto)sometidxs? ¿Cómo garantizamos ciclos de vida digna para todxs las personas? Distraigo mi confusión. El atardecer comienza a tintar la noche. Hablamos sobre nuestras fantasías capitalistas. Durante nuestro recorrido, la gran mayoría de los locales comerciales del giro alimenticio trabajaban a puertas cerradas. Cartulinas fluorescentes informan que el servicio solo es a domicilio haciendo pedidos vía Wh*tsApp o a través de aplicaciones como R*ppi y Ub*r Eats. Cortinas entrecerradas, cumbias susurrando al anochecer, personal en las banquetas fumando mientras esperan la solicitud de algún pedido que ayude a mantener el negocio a flote. Los puestos de tacos, garnachas y postres se mantenían abiertos, la gran mayoría sin clientes; los vendedores de flores, dulces y demás objetos y mercancías trataban de vender lo que fuese, pero las calles prácticamente están vacías. Alguien nos pidió dinero, nos sentimos mal por no traer algo que compartir. En las esquinas, repartidores de las mencionadas aplicaciones de servicio a domicilio, descansaban usando sus grandes y cuadradas mochilas como almohadas mientras se distraían conectados a sus celulares a través de sus audífonos. Dos personas sin techo duermen dentro de un cajero automático. El edificio justo a lado es un hotel cerrado, vacío. La pesadez del silencio prevalecía como prevalece la falta de una respuesta gubernamental en forma de renta básica universal, suspensión de pago de impuestos o de alquileres. La mayoría de los rostros de todas estas personas comunicaban angustia, una que entiendo al haber crecido en una familia que muy pocas veces pudo disfrutar de la tranquilidad que acompaña a la despreocupación económica. No le deseo ese estado de desorientación por estrés a nadie, conozco las formas en que marchita a la gente. Mi madre y padre pocas veces compartían la carga de esa angustia con mis hermanos y conmigo, sin embargo, sentíamos su peso. Recuerdo a mi madre llorando en silencio en la habitación mientras trataba de encontrar cobijo en una oración católica o a mi padre durmiendo largas horas gracias a pastillas y chochos homeopáticos para escapar un rato en sueños. Siempre tuve la impresión de que creían que cualquier dificultad tenían que enfrentarla y superarla solos, sin ayuda, pues después de transitar la crisis del 94 sin mucho éxito, pedir ayuda era deuda: no era una opción, era vergüenza pues fracasábamos a la nueva regla emprendedora del régimen neoliberal que acababa de ser impuesto. ¿Cuántxs de esxs comerciantes y empleadxs estarán viviendo la angustia y la urgencia en soledad? ¿Cuántxs de mis amigxs y colegas estarán también angustiadxs sacando cuentas y pensando en préstamos o posibles objetos de valor a vender o empeñar? En un país forjado durante los últimos 30 años bajo el neoliberalismo, la imaginación política en las urbes en cuanto a economías comunitarias, es muy limitada. Desde hace varios días, personalmente, me he aferrado a la idea anarquista del “apoyo mutuo” para abrir brechas de posibilidad en mis fantasías. Mi intuición me dice que tengo que pensar de forma más radical respecto a la tibieza de la normalidad que tanto se ansía que regrese. ¿Qué les comunica su intuición?

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May You Live in Interesting Times. Ugh, fucking art world.

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Habitamos un letargo generalizado. En el mundo de algunos insectos a ese letargo se le conoce como diapausa. Un retraerse al interior de la espiral de la caracola que nos acoge. Un cese, una hibernación. Un repliegue para el cuidado propio en sincronía con una sensibilidad al entorno estacional. Sobrevivir, no bajo la lógica darwinista de competencia can base al más apto o fuerte (heterosexualidad), sino bajo la lógica de la sincronización y la reciprocidad. ¿Lo sienten? 

MY DEAR

MY DEAR

Cohabitar en este momento significa canalizar conjuntamente —humanos y no-humanos— ser una corriente más de fuerza planetaria dirigida por el esfuerzo enfocado en garantizar una digna evolución de la vida que incluye naturalmente a la muerte como parte de su movimiento cíclico. El derecho planetario a la vida y la muerte dignas sin condición alrededor de constructos sociales como la especie, la raza, el género, el sexo, el capacitismo… Flujo esféricamente magnético que en este momento se revela ante nosotrxs a través de la sintonía que se suscita al encontrar un común en la vulnerabilidad y fragilidad de nuestras existencias ante un minúsculo virus. Sensibilidad de cosquilleo intuitivo que nos conecta como manadas. Nos reconocemos en la angustia de contraer el virus, ante la posibilidad de la quiebra financiera o el estrés de garantizar necesidades básicas como lo son el techo, la comida y la salud para nuestrxs seres queridxs. La pandemia del coronavirus recuerda una sensibilidad planetaria que como sociedad humana hemos a(m)nestesiado: somos un organismo más entre muchos otros, todas nuestras partes están vinculadas a otras en donde un cambio en una conlleva necesariamente un cambio correspondiente en las demás. Un entramado de latente común: el transcurrir de la vida. Sin embargo, como sabemos, los flujos y ritmos que nos conectan están condicionados por intereses de acumulación obsesiva, viagra narcisista que estimula la avaricia de un sistema que todo cosifica siguiendo lógicas de explotación: masturbación capitalista. Replico una pregunta que se hace Donna Haraway: ¿cómo podemos pensar en tiempos de urgencia sin los mitos autoindulgentes y autoconcluyentes del apocalipsis, cuando cada fibra de nuestro ser está entrelazada, es cómplice, en las redes de procesos que de alguna manera deben ser ocupados y reorganizados? A partir de la misma, me pregunto, ¿qué dislocaciones narrativas pueden proponer las prácticas y pensamientos artísticos en estas circunstancias para el entrelazamiento de sentidos fracturados por la lógica colonial que amenaza con el totalitarismo? Ante el presente, ¿qué implica una lucha por el digno ciclo de las vidas (humanas y no-humanas)?

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Micropolítica del ahora: defender la reunión de unidades mínimas de colectividad ante las medidas biopolíticas de la pandemia (con sus debida higiene (a veces, #EstornudaSobreUnRico) siempre cuestionando la eugenesia que implícitamente está siendo instrumentalizada en el tejer de nuestros hábitos).

¿De qué formas toda esta situación está afectando al deseo y el erotismo? 

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Hoy escuché conversar a una cucaracha y un mosquito.

—¿Qué es ser radical hoy?

—Apoyo mutuo, redistribución de recursos, planeación en pequeños enjambres, colecta de víveres para satisfacer necesidades alimenticias. 

—¿Qué es más radical aún?

—Organización de huelga de rentas, toma de medios de comunicación a través del hackeo, ocupación del espacio público para huertos comunitarios, la toma de museos y la irrupción en hoteles cerrados por medidas de seguridad para convertirlos en hogares y escuelas de saberes para quienes que se han quedado sin techo, asalto de supermercados para la repartición de despensas a comunidades olvidadas sistemáticamente, destruir todos los monumentos (mas no los anti-monumentos).

—¿Y aún más radical?

—La quema de bancos y franquicias transnacionales que despidieron a empleadxs o que se rehúsan a pagar sueldos completos durante la crisis. El desmantelamiento de obras públicas que han despojado territorios para continuar con lógicas extractivistas y de sobreexplotación de recursos naturales.

—¿Más radical?

— El fortalecimiento de auto-defensas que luchan por una vida digna en la defensa de sus territorios.

—¿Más, más radical?

—La organización comunal para garantizar el derecho planetario a respirar (siguiendo a Achielle Mbembe) a través de los principios de la ecosofía anti-heteropatriarcal y anti-colonial: correspondencia, complementariedad, reciprocidad y ciclicidad.

—¿Y de qué es parte esa imaginación radical?

—Un movimiento por la abolición del Estado.

Bbbzzzzzzzzzz

(voló)





FRIEND

FRIEND

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Ayer soñé con la provocación que mi querido amigo, Lucas, lanzó en su tuíter hace unos días a propósito de la incertidumbre económica que impacta a trabajadores del arte y la cultura en México por la contracción económica que se agudiza. En territorio onírico, formaba parte de un grupo de encapuchadxs moviéndonos cautelosamente a lo largo de lo que parecía ser el Museo Tamayo en el Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México. La poca iluminación revela vagamente el brillo de muchos ojos que asomaban de capuchas de vivos colores. Cual luz blanca atravesando el prisma, con herramientas silenciosas penetramos el gran cristal que encuadra una vista del bosque. Éramos un grupo de asalto en forma de arcoiris. El objetivo era irrumpir en el museo, robar tres cuadros del Señor Tamayo para los cuales ya teníamos compradores en el mercado de la Deep Web. El dinero se destinaría a fondos comunes para solventar necesidades de comunidades abandonadas por las políticas públicas debido a estilos de vida que faltan a la moral del Estado o porque estorban a intereses político-económicos. Desperté. El museo no ha sido robado ni se ha pronunciado ante la incertidumbre que aqueja al gremio. 

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Alguna vez escribí en algún texto de opinión: “La centralización nos responsabiliza a reorganizarnos auto/críticamente en relación a otras luchas que se suscitan en el territorio conocido como México. Un territorio despojado y organizado por la violencia colonial.”

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Repitamos juntxs: no hay futuro, no hay futuro, no hay futuro…

¿Cómo se enciende un cerillo? 

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Hoy mi deambular virtual me llevó a un poema. Escribí este pequeño extracto en un papel que conservo en mi buró. Así lo leeré cada noche al quitarme los lentes antes de dormir:

“Who misses the feel of a flower

when you can touch the texture of a dream?”

[Gonzalo Hermo, Everything, Georges de la Tour. From A vida salvaxe (PEN Club Galicia, 2018)].

 

Diego del Valle Ríos acciona desde la autodidaxia y la auto-gestión educativa trabajando como editor de la revista Terremoto y estudiando como miembro del Círculo Permanente de Estudios Independientes (CIPEI) como parte de sus programas Menos Foucault Más Shakira y Lenguajes de la indigestión.